Los cambios tecnológicos y el avance en las comunicaciones han modificado paradigmas tanto en los estilos creativos, los materiales utilizados, las temáticas abordadas por los artistas, como en las formas de aproximarse a los públicos. Sin embargo, la necesidad de replantear el fenómeno artístico, estudiarlo y acercarlo a diferentes sectores está cada vez más presente ante las formas actuales de difundir mensajes y contar historias.
Es justo frente a esta convergencia tecnológica que la difusión y promoción del arte adquiere interpretaciones diversas. Actualmente se puede acceder a las galerías y museos en recorridos virtuales, descargar catálogos completos de artistas o disfrutar de manera simultánea de un concierto ofrecido en algún escenario en cualquier parte del mundo.
Encontrar un punto medio entre los estudios en torno a la globalización, el consumo mediático y la masificación, y aquellos que han mostrado su reticencia a utilizar elementos promocionales con fines de comercialización ante el detrimento de la esencia artística, sigue pendiente en las investigaciones sobre este fenómeno y en la necesidad de promover la obra y figura del artista respetando sus procesos creativos.
En contextos como los que vive la sociedad actual, las acciones para acercar a los públicos al arte son mucho más complejas que una simple estrategia promocional, es necesario comprender y dimensionar el fenómeno artístico desde diferentes ópticas. Por ello, en el presente artículo abordaremos la relación entre música y tecnología con fines de promoción y autopromoción.
En este sentido, resulta un elemento importante incluir las historias transmedia (Scolari, 2013). Estas se constituyen como una herramienta en la promoción del arte y la cultura, específicamente, desde la experiencia de la música académica, del arte occidental, también conocida como clásica o de concierto.